Ante la necesidad de buscar alguien que ayudara a la humanidad ante sus adversidades, la Iglesia decidió que tales funciones recayeran sobre los Santos y en la Santísima Virgen. Por ello, la misión de patronazgo ha consistido desde entonces en asumir la defensa de sus patrocinados, intercediendo ante Dios, en todas las súplicas y bendiciones que pudiesen necesitar.
El 23 de Marzo de 1630, el papa Urbano VIII, decretó que en adelante los patronos del lugar debiesen elegirse por el pueblo, mediante consilio generali, illius civitatis vel loci, non autem ab Officialibus solum; et quod accedere debeat consensus expressus Episcopi et Cleri illius civitatis.
La Rambla, durante la primera mitad del siglo XVII, no tenía ningún patrón de la villa, recayendo tal patronazgo sobre determinadas imágenes locales o la Santísima Virgen. Todo cambiaría cuando un cúmulo de catástrofes se cernió sobre la población rambleña. De entre todas las adversidades, destacó un brote de peste que asoló media España durante los años 1648 a 1650. Ante tal pandemia, (sólo en Sevilla se cobró la vida de casi el 50% de la población en 1649), la villa decidió tomar medidas higiénico-sanitarias, tapiaron todas las calles que salieran al campo y cerraron las puertas para evitar la entrada de población foránea que pudiera haber estado en zonas de contagio.
La población rambleña estuvo aislada del exterior durante cerca de dos años, hasta que en 1650, apareció la temida peste por la actual C/Carreteros. Como medidas para paliar su avance, se mandó sacrificar todo animal existente en la villa, limpiar con sal y vinagre las calles y organizar rogativas y plegarias, sacando incluso en procesión a la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno desde el Espíritu Santo hasta la Parroquia para hacerle un novenario el 6 de Marzo de 1650.
Dos semanas después, el 20 de Marzo de 1650, se reunirían en las casas del Ayuntamiento a cabildo abierto, la justicia, los regidores, jurados del consejo y vecinos eclesiásticos para tratar concretamente la elección de un patrono para la villa de La Rambla.
Reunidos en las casas del Ayuntamiento a cabildo abierto, la justicia, regidores, los jurados del consejo y muchos vecinos eclesiásticos y seglares, estando al frente el señor alcalde mayor D. Juan Bueno Malpartida y el vicario D. Antonio de Castro Baena, se habló de la elección de un patrón para la villa de La Rambla.
Todos los presentes echaron a suertes de guardar un día festivo solemne y de ayunar en vísperas entre cuatro santos; San José, San Antonio de Padua, San Sebastian y San Lorenzo Mártir. El señor escribano tomó cuatro cédulas iguales en las que escribió el nombre de los cuatro santos, doblándolas igualmente e introduciéndolas en una cántara después de haberlas besado el señor alcalde y el señor vicario. Fue, un niño de doce años, llamado Juan Bueno, quien saco una de las cédulas, con el nombre de San Lorenzo Mártir. Tal resultado fue comprobado por todos los miembros del cabildo y de forma unánime lo nombraron patrón y protector de los vecinos de la villa, con la promesa de guardarle su día solemne y ayunar su víspera. El acto se cerró en la Iglesia Mayor donde se cantó un Te-Deum solemnísimo.
RAFAEL CASAS FERRERAS