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Bienvenidos a la Rambla
Como un árbol milenario, La Rambla hunde sus raíces al norte de la población, en el yacimiento calcolítico de La Minilla, donde cuatro mil años atrás fue forjado el cobre, y la arcilla modelada, decorada y cocida al fuego se transformó en los vasos campaniformes que constituyeron parte del ajuar funerario de una tumba, hoy desaparecida.
Pero la savia permanece, y sigue extrayendo de las margas y los suelos arcillosos el sustento que reverdece los Jardines de Andalucía, para elevarse y conformar el robusto tronco de la antigua muralla, que se yergue airosa protegiendo la torre del homenaje del castillo almohade, habitación de reyes cuando se preparaba el asalto definitivo a la Granada nazarí, residencia del Gran Capitán.
Regada por las fuentes que se distribuyen por la población y circundan su perímetro, alimentadas por el gran acuífero de Los Arenales, creció en círculos concéntricos dibujados por las antiguas murallas, y fue poco a poco extendiendo sus ramas en dirección este-oeste, siendo importante vía de comunicación entre Córdoba, Granada, Écija y Sevilla.
Escalando la suave pendiente, La Rambla fue buscando el Cerro del Mentidero, hoy Calvario, abierto a los cuatro vientos para que Pedro I pudiera vigilar las tropas de Fernández Coronel en Aguilar de la Frontera o las incursiones nazaríes que pudieran venir desde el este.
Y aquí y allá, como fruta jugosa, atractivos rincones, casas señoriales, plazas recoletas, fuentes, patios cuajados de macetas salidas de las manos de los alfareros que aún conservan su saber ancestral.
Iglesias como la de la Asunción con su soberbia portada plateresca. Conventos como el de los Trinitarios, que vio entrar por sus puertas a Miguel de Cervantes y que conserva la soberbia talla del Cristo de la Expiración. La del Espíritu Santo, con la venerada imagen del Nazareno, obra del insigne Juan de Mesa.
Y sus torres, que contemplan desde la altura como la modernidad ha traído nuevos barrios y polígonos industriales, donde artesanos del barro, de la forja o de la madera, siguen derrochando su laboriosidad en multitud de industrias en busca de un futuro esperanzador.
La Rambla, Ciudad Alfarera
¿Por qué venir a la Rambla?
La Rambla es una ciudad llena de sorpresas para los amantes del turismo cultural y de naturaleza.
Conquistada por Fernando III Santo, ofrece interesantes muestras de su esplendor medieval y de arquitectura religiosa, como el Torreón del Castillo (actual Museo de la Cerámica), Iglesia del Espíritu Santo o la Iglesia del Convento de la Santísima Trinidad. Sus esbeltas torres, como la Torre de las Monjas, recientemente restaurada, rompen la sinuosidad del paisaje campiñés.
Dentro del arte religioso, La Rambla cuenta con una rica imaginería. La talla que aúna mayor fama y devoción es la imagen de Jesús Nazareno, obra de Juan de Mesa (1622). En la ciudad también pueden verse casas señoriales de lujosas fachadas, la mayoría del siglo XVIII. Entre ellas se encuentra el actual Ayuntamiento.
Ciudad alfarera
Siendo la ciudad alfarera por excelencia, no se debe pasar por La Rambla sin entrar en un taller artesanal de cerámica. Ver cómo un bloque de barro se transforma en una obra de arte sorprenderá a más de un visitante.
Fiestras y tradiciones
Otro atractivo lo constituyen las fiestas tradicionales. Las de mayor arraigo son la Feria de San Lorenzo (entre el 10 y el 12 de agosto), la Romería de San Isidro, las Cruces de Mayo y la Semana Santa.
La Rambla es un destino ideal para el turismo de naturaleza por su biodiversidad ambiental, la riqueza de sus cultivos y el conjunto de Espacios Naturales Protegidos que atesora la Campiña.
Estos espacios cuentan con centros de visitantes, zonas recreativas, observatorios, senderos y otras infraestructuras de uso público.
Cereales, olivares y viñedos
El entorno
La Rambla se encuentra en la Campiña Sur cordobesa, un territorio ondulado, de suaves lomas, que se extiende entre el Valle del Guadalquivir y las sierras Subbéticas.
Los cultivos de cereales, olivares y viñedos conforman un paisaje único y muy arraigado en la identidad cordobesa, salpicado de ciudades con un rico pasado y patrimonio cultural.
Éstas se encuentran a menudo en las zonas elevadas, coronadas por torres islámicas y por los castillos y fortalezas que defendieron durante siglos la frontera entre Castilla y el último bastión árabe.
Las construcciones relacionadas con la elaboración del vino y otros productos agroalimentarios como la harina también tienen una gran presencia, así como otros focos artesanos e industriales relacionados con la cerámica, el bronce, el cobre o los muebles.
Además, la Campiña cordobesa destaca por sus espacios naturales de gran valor ecológico. Allí se encuentran las Zonas Húmedas del Sur de Córdoba, compuestas por varios humedales declarados Reserva de la Naturaleza.
Estos complejos albergan colonias de aves migratorias y especies de gran valor, como el pato malvasía, garcillas o cormoranes, así como una flora diversificada y adaptada a estos microclimas tan peculiares.
Historia
Los recursos agrícolas e hídricos de La Rambla y sus buenas comunicaciones favorecieron el asentamiento permanente del hombre desde la antigüedad. Así lo demuestran los vestigios arqueológicos, como los del poblado prehistórico de La Minilla. Posteriormente se asentaría en la zona una ciudad romana amurallada y, sobre sus restos, la ciudad califal.
La localidad alcanzó un lugar destacado a finales de los siglos bajomedievales por ser uno de los centros agrícolas más importantes de la Campiña y por su privilegiada ubicación. Allí se hospedaban los reyes castellanos en sus viajes a las fronteras del reino, ya que era paso obligado entre la zona cristiana y el reino nazarí de Granada.
La Rambla estuvo sujeta a la jurisdicción de Córdoba desde que fue conquistada por Fernando III, en el siglo XIII, hasta 1647, cuando Felipe IV permitió el nombramiento de alcalde Mayor. Pero cinco años después el monarca entregó al Conde Duque de Olivares la jurisdicción de la ciudad, que pasó posteriormente a los Marqueses de Almodóvar.
No obstante, la Rambla vivió su principal acontecimiento histórico en 1521, tanto por su relevancia como por su singularidad. La ciudad acogió la primera asamblea de las ciudades anticomuneras de Andalucía, que proclamaron su lealtad al emperador Carlos I.
En esa época la región estaba amenazada por las incursiones marítimas de los turcos, que intentaban restablecer el reino musulmán de Granada. Y creían que la merma del poder imperial acarrearía consecuencias negativas para la integridad del territorio.